Por: JOHN CARLIN
Hay quien se traga la versión de Vladímir Putin de que la operación legal liderada por el FBI y la fiscal general estadounidense, Loretta Lynch, contra los corruptos de la FIFA es, en el fondo, una maniobra geopolítica para impedir que el Mundial de 2018 se celebre en Rusia. Bien. Todo es posible. Propongamos otras teorías conspirativas.
Hay quien se traga la versión de Vladímir Putin de que la operación legal liderada por el FBI y la fiscal general estadounidense, Loretta Lynch, contra los corruptos de la FIFA es, en el fondo, una maniobra geopolítica para impedir que el Mundial de 2018 se celebre en Rusia. Bien. Todo es posible. Propongamos otras teorías conspirativas.
Podría ser no tanto
la Casa Blanca quien esté detrás de todo esto, o ni siquiera sectores de la
derecha estadounidense deseosos de minar los intentos de acercamiento a Rusia
de Barack Obama —el vicepresidente Kerry se reunió con Putin este mes—, sino la
federación americana de béisbol, o sencillamente un cartel de agentes del FBI
que detesta el soccer.
El año que viene,
en plena temporada veraniega de béisbol, se celebrará una versión especial de
la Copa América en Estados Unidos para conmemorar el centenario de dicha
competición, en la que participan las selecciones de los países del continente
americano. Ya que la mayoría de los imputados provienen del Caribe o América
Latina, y que de aquí a doce meses la mitad de los que estarían en los palcos
podrían estar en la cárcel, parece más probable que se cancele el torneo de EE
UU en 2016 que el de Rusia en 2018.
Pero hay más interpretaciones maquiavélicas posibles.
¿Y si el objetivo
no es quitarle el Mundial a Rusia sino cuatro años después a Qatar, algunos de
cuyos ciudadanos aportan fondos al Estado Islámico, según Estados Unidos? Quizá
todo forme parte de un plan imperialista para invadir Qatar y obtener el
control de sus reservas de petróleo y de gas. ¿O qué tal si la idea es hacerle
daño a Israel? Es bien sabido que las relaciones entre Obama y el primer
ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, son pésimas. También lo es que los palestinos
propusieron la expulsión de la selección de Israel del fútbol competitivo
internacional. ¿Se habrá decidido detener a los miembros de la FIFA justo dos
días antes de las elecciones presidenciales de dicho organismo con el objetivo
—finalmente frustrado— de que el rival de Sepp Blatter, el príncipe jordano Ali
bin Al-Hussein, las gane?
Puede que no, pero
las mentes conspirativas se deleitarán con este dato: la madre del príncipe Ali
es palestina.
Busquemos más. ¿Y
si la ofensiva contra la FIFA es una continuación de la guerra que libra
Estados Unidos contra sus propios bancos, como JP Morgan, Citigroup y Bank of
America, que este mismo mes recibieron multas de miles de millones de dólares
por manipular las tasas de cambio? Difícil que dejen pasar la oportunidad ahora
de sancionar a más de ellos por haber participado en los lavados de dinero de
los imputados de la FIFA.
¿Y la multinacional
Nike, que también está en la mira de los investigadores del FBI? ¿Habrá algún
motivo por el que Obama se haya ensañado con la empresa de ropa deportiva
estadounidense? ¿Putin viste un chándal de Nike cuando levanta pesas en el
gimnasio? ¿Las hijas de Obama serán más de Puma o de Adidas?
Y ojo con
Argentina. Ya que la justicia estadounidense persigue a tres argentinos
asociados con el escándalo de la FIFA, llama la atención que la presidenta
Cristina Fernández de Kirchner no haya denunciado, con el apoyo entusiasta del
presidente Maduro de Venezuela, otro complot yanqui. Tal vez se haya reprimido
por gentileza, para no restarle toda la gloria a su amigo Putin.
O tal vez no haya
nada. Cabe siempre la posibilidad de que se trate de una investigación judicial
y nada más. A veces, como nos recordó Freud, un puro es solamente un puro.
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Fuente: http://www.elpais.com
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