Cómo un grupo de empresarios y dirigentes
corrompieron el fútbol mundial y lo llevaron a la crisis más grande de su
historia.
Vivía al borde. Poseía
aviones, refugios de lujo en islas secretas y cuentas millonarias en paraísos
fiscales. Trabajaba en un piso entero de la Torre Trump de Nueva York, y ahí
mismo, unos niveles más arriba, mantenía un apartamento solo para sus gatos.
Gastaba 4 millones de dólares al año con su tarjeta de crédito, y cuando quería
salir a comer o beber lo hacía a bordo de una lujosa Hummer. Chuck Blazer,
secretario general de la Confederación de Fútbol de América del Norte, América
Central y el Caribe (Concacaf), era un hombre sin límites.
Pero una noche de
noviembre de 2011, mientras conducía una moto por la Quinta Avenida, su vida de
repente cambió. Un agente del FBI y otro del Servicio Interno de Impuestos (IRS)
lo hicieron orillarse, se identificaron y le dijeron: “Podemos ponerle ya mismo
unas esposas. O puede cooperar con nosotros”. En ese instante Blazer, uno de
los hombres más poderosos del fútbol, perseguido por evadir impuestos, recibir
sobornos y lavar activos, decidió convertirse en un informante.
El pasado miércoles,
tres años y medio después de la escena en la Gran Manzana, el mundo conoció el
resultado de las pesquisas desatadas por Blazer. Apenas los relojes de Zúrich,
Suiza, dieron las seis de la mañana, una docena de fiscales sin uniforme entró
a la recepción del Baur au Lac, un hotel de cinco estrellas en el centro de la
ciudad con vista a los Alpes. Los agentes pidieron los números de habitación de
siete funcionarios de la Fifa, los sacaron de sus camas y los llevaron presos.
Horas después, la
fiscal general de Estados Unidos, Loretta E. Lynch, apareció rodeada de la
plana mayor de la Justicia de su país: el fiscal del Distrito de Nueva York,
Kelly Currie; el director del FBI, James Comey, y el jefe de investigaciones
del IRS, Richard Weber. En una hora, los cuatro presentaron una investigación
que revela cómo un grupo de empresarios y de dirigentes de la Fifa usó los
métodos de una mafia para manipular contratos, corromper durante 24 años el fútbol
y extraer ilegalmente más de 150 millones de dólares. “Se trata de un mundial
del fraude”, dijo Currie. Y Comey añadió: “Hoy le estamos sacando una roja
directa a la Fifa”.
Lynch explicó luego
las claves de la acusación. Los siete detenidos de Zúrich hacen parte de una
lista de 14 personas, entre funcionarios de la Fifa y ejecutivos de empresas de
marketing deportivo (la mayoría latinoamericanos), acusados de pagar millones
de dólares en sobornos con el fin de obtener los derechos de transmisión y promoción
de torneos internacionales. Dijo también que pediría en extradición a los
detenidos, que allanaría las oficinas de la Concacaf en Miami –hecho que ya
ocurrió– y que también investiga los mundiales de Rusia 2018 y Qatar 2022. Al
final anunció, con tono desafiante, que el trabajo continuará.
Desde entonces, el
fútbol está estremecido: tanto sus directivos, patrocinadores y protagonistas,
como sus miles de millones de seguidores en los cinco continentes de la Tierra.
Las reacciones de exfutbolistas, empresarios y políticos no se hicieron
esperar. Y el nombre en boca de todos ha sido el del presidente de la Fifa,
Joseph Blatter, quien salió en un primer momento a la defensiva, pero con el
paso de los días empezó a revelar su nerviosismo e inseguridad. Así y todo, y
aunque suene increíble, el viernes fue reelegido presidente de la entidad para
que maneje sus destinos durante cuatro años más.
Los señalamientos
contra Blatter son apenas lógicos. Desde su fundación en 1904, la Fifa no había
vivido un escándalo semejante. Aunque la Justicia gringa aún no ha dicho si él
está o no involucrado en la red criminal, la mafia que envenenó al fútbol se ha
fortalecido durante los 17 años que lleva al frente de la organización. Durante
ese tiempo, la otrora prestigiosa institución impulsora del balompié global se
convirtió en una banda de estafadores y criminales.
Resulta increíble que
unos dirigentes, dueños de uno de los activos más rentables y populares del
mundo como el fútbol y gobernantes de un conglomerado de naciones más grande
que la ONU, se dejaran carcomer de esa manera por la codicia y la sed de poder.
Durante la era Blatter, la idea de que la Fifa no necesita controles y que
puede resolver sus problemas por sí misma ha terminado siendo su apocalipsis.
La dirigencia, representada en el poderoso comité ejecutivo, no ha sido capaz
de renovarse y aplicar normas de ética. Así, terminó ahora en la mira de la
temida y eficaz justicia de Estados Unidos.
El caso, como lo
insinuó la fiscal Lynch y como lo dijo melancólico el propio Blatter durante un
discurso, promete “nuevas malas noticias”. Y si se llega a más capturas y se
aborda con el mismo ímpetu otros temas espinosos como la elección de sedes para
el Mundial, podría terminar de configurar la tormenta perfecta para el negocio
del fútbol. La investigación ha causado un temblor solo equiparable al
escándalo que acabó con la carrera del ciclista estadounidense Lance Armstrong
y sacudió ese deporte, o a la caída del legendario presidente del Comité
Olímpico Internacional Juan Antonio Samaranch, después de conocerse que escogía
las sedes a cambio de sobornos.
Pero esta crisis es
también una oportunidad para reformar un modelo de negocio que entre 2010 y
2014 le generó ingresos a la Fifa por 5.718 millones de dólares, de los cuales
70 por ciento entraron solo por los derechos de transmisión y comercialización del
Mundial de Brasil de 2014. Ese dinero debería servir no para enriquecer a
algunos y quebrar la ley, sino realmente para cumplir con los principios
fundacionales de la entidad: “Desarrollar y promover el juego del fútbol a
nivel global”.
Vergüenza Latina
El fútbol del
continente americano, agrupado en la Concacaf y la Confederación Suramericana
de Fútbol (Conmebol), resultó ser el nido de mayor corrupción en el interior de
la Fifa. La investigación hace graves acusaciones a dirigentes del calibre del
paraguayo Nicolás Leoz, exmiembro del comité ejecutivo; del uruguayo Eugenio
Figueredo, exsecretario general de la Conmebol; del venezolano Rafael Esquivel,
presidente de la Federación Venezolana de Fútbol; y de los menos conocidos,
pero quizá más poderosos Jack Warner, oriundo de Trinidad y Tobago y
exvicepresidente de la Fifa, y Jeffrey Webb, de las Islas Caimán, actual
vicepresidente.
Todos ellos y los
demás investigados tendrán que enfrentar cargos. Entre otros, concierto para
delinquir, fraude, lavado de activos y obstrucción de la Justicia. Podrían
purgar penas de hasta 20 años en una cárcel federal. Todo gracias a la
cooperación de Chuck Blazer, que durante años había sido una de las fichas
clave de Blatter en el continente y que, después de aceptar la oferta del FBI
en Nueva York, espió a sus colegas con ayuda de un micrófono oculto en un
llavero.
Según la acusación de
164 páginas publicada por el Departamento de Justicia, los 14 acusados y un
grupo de 25 cooperantes desarrollaron un sistema de corrupción que se volvió
“endémico” y que les sirvió para decidir a quién venderle derechos de
transmisión y comercialización de las competencias durante casi medio siglo. No
hay un torneo que se haya salvado de su influencia: todas las Copas América
desde 1991; las Copas Libertadores desde 1996; las Copas de Oro y los
campeonatos suramericanos de categorías menores.
Uno de los esquemas
mejor investigados por el FBI es el que involucra a la Copa América. En 1991,
la empresa brasileña Traffic obtuvo los derechos para manejar la transmisión en
televisión y radio y la comercialización de esa competencia. Para ello, el
entonces presidente de la Conmebol Nicolás Leoz habría exigido un jugoso
soborno. La idea era establecer una colaboración por varias ediciones de la copa
y renovar cada vez las condiciones de las coimas. Traffic accedió y, así,
obtuvo los contratos hasta 2010. Esto es interesante para Colombia (ver
recuadro), pues, según la acusación, Traffic también recibió la Copa América de
2001, organizada por la Federación Colombiana de Fútbol, por medio de dineros
calientes.
Pero la relación
Traffic-Conmebol vivió un giro en 2010. Ese año Leoz, presionado por el deseo
de algunas federaciones de recibir mayores ingresos, decidió contratar a otra
empresa para la prestación de esos servicios. Se trata de la argentina Full
Play, que se mostró dispuesta a desembolsar una cifra más tentadora que la de
Traffic. Así, Full Play y la Conmebol firmaron un contrato que les daba a los
argentinos los derechos de transmisión y comercialización de las Copas América
de 2015, 2019 y 2023. Traffic se sintió traicionado, reaccionó con ira y
demandó a la Conmebol ante la justicia norteamericana.
La pelea, sin embargo,
terminó pronto. Y todas las partes salieron felices. Como por arte de magia, en
2013, Traffic, Full Play y una empresa más llamada Torneos y Competencias (TyC)
pasaron a unirse para conformar la firma Datisa. Esta surgió en una reunión el
21 de mayo de 2013, y solo cuatro días después, en Londres, los dirigentes de
la Conmebol y los socios de la recién nacida empresa pusieron sus firmas en un
contrato que les daba el control sobre los derechos de transmisión y
comercialización no solo de las tres copas en cuestión, sino también de una
nueva edición especial: la Copa América Centenario, para celebrar los 100 años
del evento en Estados Unidos en 2016.
La repentina paz entre
las compañías, según el FBI, tiene una explicación: la Conmebol propuso acabar
el pleito dejando participar a todas a través de la nueva empresa y exigió por
ello un paquete de 100 millones de dólares en sobornos. El negocio se cerró en
una reunión el 1 de mayo tras una conferencia de prensa en el sur de la
Florida. Acordaron pagar los 100 millones en cinco tandas: dos inmediatamente y
las tres restantes a lo largo de los años. Por cada pago, el hoy fallecido jefe
máximo del fútbol argentino Julio Grondona, Leoz y Figueredo debían recibir 3
millones de dólares cada uno, y los restantes siete presidentes de las
federaciones suramericanas 1,5 millones cada uno. A esto se sumó un pago
adicional de 10 millones de dólares para la dirigencia de la Concacaf. Se
trataba de un robo multimillonario, y todos parecían saberlo. Según la
acusación, al final de la reunión Alejandro Burzaco, el accionista mayoritario
de TyC, dijo: “Todos podemos salir afectados por este asunto (…). Todos podemos
ir a la cárcel”.
El maletín del sudafricano
Otro caso escandaloso
reseñado en la investigación de Estados Unidos tiene que ver con Jack Warner,
no solo el segundo hombre de Blatter en el poder de la Fifa durante años, sino
también presidente de la Concacaf hasta ser suspendido en 2011. Los gringos
están convencidos de que Warner aprovechó una relación que su familia tenía con
funcionarios sudafricanos para organizar partidos amistosos y votar por la
candidatura de Sudáfrica por la organización del Mundial de 2010. Las pesquisas
contienen detalles impresionantes, pues el FBI logró reconstruir cómo Warner se
paseó por varios países para recibir ofertas de sobornos antes de decidir por quién
votar.
Tras los juegos
amistosos, y después de mostrar una buena disposición hacia la “causa
sudafricana”, Warner mandó a un familiar suyo a París a recoger un regalo que
le habían dejado en un hotel. El familiar llegó a Francia, tomó un taxi, entró
al cuarto y tomó un maletín repleto de fajos de 10.000 dólares. De inmediato
volvió al aeropuerto y tomó un vuelo a Trinidad y Tobago, donde la plata,
después de un par de operaciones para evitar rastreos, terminó en una cuenta de
Warner.
Luego, pocos meses
antes de la elección final de la sede mundialista, programada para mayo de
2004, Warner y un socio hasta ahora anónimo viajaron a Marruecos, país que
también quería organizar el certamen. Allá, luego de ver la presentación que le
tenían preparada, él y sus interlocutores llegaron al tema de los sobornos. Los
marroquíes le ofrecieron 1 millón de dólares si les aseguraba la totalidad de
los votos de las 41 asociaciones de la Concacaf.
La cifra, sin embargo,
no parecía suficiente. Y Warner, además, se acababa de enterar de que la
asociación de fútbol de Sudáfrica estaba dispuesta a pagarle nada menos que 10
millones de dólares si le daba los votos a ese país. Warner tomó la decisión de
apoyar a Sudáfrica, cuya federación, preocupada de que los sobornos salieran de
recursos públicos y desataran un escándalo, le pidió ayuda a la Fifa: esta le
pagó los 10 millones a Warner y los descontó del dinero que, luego, le giró a
Sudáfrica por la organización de la Copa Mundo.
La Justicia de Estados
Unidos considera que este esquema de corrupción es común a lo largo y ancho del
mundo. Las 209 asociaciones representadas en la Fifa tienen cada una derecho a
un voto, y estos votos tienen el mismo valor sin importar el tamaño del país
que representan o la relevancia que tiene el fútbol en sus naciones. Así, un
voto de las Islas Cook, país de 10.000 habitantes donde muy poca gente practica
el fútbol profesional, es igual de valioso al de la Federación Alemana de
Fútbol, la más grande del mundo con más de siete millones de agremiados. Cuando
quieren comprar mundiales o votos para elecciones de la dirigencia, los
corruptos se concentran en países pequeños, donde los controles al fútbol son
prácticamente inexistentes, o en lugares como América Latina, donde la
corrupción ha permeado la cultura de los negocios.
Está por verse qué
nuevas noticias le traerá al mundo este escándalo. Pero algo que debería
significar es el fin de la Fifa como una entidad que se considera a sí misma
superior a los Estados, las leyes y la ética. Ya dentro de la misma Fifa soplan
vientos de revolución. Michel Platini, presidente de la Uefa, anunció que el
próximo 6 de junio, después de la final de la Copa de Campeones de Europa, se
reunirá con los suyos para definir si quieren seguir haciendo parte de la
institución. Y patrocinadores como Visa y Master Card insinuaron estar
dispuestos a tomar medidas. Pero, por ahora, lo paradójico es que el cambio
tendría que ser liderado por Joseph Blatter, el hombre sobre el cual hoy
reposan las miradas sospechosas del mundo entero.
¿Y Colombia qué?
La investigación de la
Fiscalía de Estados Unidos menciona en dos oportunidades a la Federación
Colombiana. Ahora esta deberá explicar sus actuaciones.
La acusación que la
Justicia gringa publicó el pasado miércoles pone el foco en la Federación
Colombiana de Fútbol (FCF) en dos ocasiones. La primera se da en el punto 128
del documento. Allí se habla de un contrato de 1991 entre la Conmebol y la
empresa Traffic, que le permitía a esta última manejar los derechos de
transmisión de la Copa América hasta 2011. Este poderoso acuerdo se logró
mediante el pago de sobornos y se renovaba cada cuatro años mediante anexos.
Uno de estos tiene que ver con la celebrada en Colombia en 2001. “Todos fueron
conseguidos mediante el pago de coimas”, escriben los investigadores.
El segundo
cuestionamiento a la FCF surge en el punto 249 de la acusación. Allí los
investigadores hablan sobre el pago de 100 millones de dólares en sobornos por
la adjudicación de los derechos de transmisión y comercialización de las copas
de 2015, 2019 y 2023, así como la edición especial de 2016: la Copa América
Centenario. Esa plata debía pagarse en cinco tandas de 20 millones, y de cada
tanda los presidentes de las asociaciones de cada país debían recibir una
tajada. Colombia parece estar entre los países que debían recibir cuatro pagos
de sobornos de 1,5 millones de dólares cada uno.
Tras la publicación de
la acusación, la FCF expidió un escueto comunicado en el que dice que “el
comité ejecutivo y su presidente manifiestan que están a disposición de los
organismos nacionales e internacionales para aclarar cualquier duda y colaborar
abierta y decididamente en el desarrollo de las investigaciones”. Y el viernes,
antes del cierre de esta edición, Jorge Perdomo, miembro del comité ejecutivo
de la FCF, dijo que efectivamente recibieron 1,5 millones de dólares y que
están registrados por concepto de derechos de televisión de la Copa América.
Más allá de las dudas
en torno a si la dirigencia del fútbol colombiano está involucrada en los
sobornos, es claro que dentro del país este deporte se maneja bajo parámetros
muy parecidos a los que han regido a la Fifa: un pequeño grupo de personas
toman las decisiones y administran millonarios recursos sobre los que no hablan
públicamente. La selección de patrocinios, de operadores de televisión, entre
otros, se hace de forma silenciosa.
Hoy, la FCF y la
Dimayor manejan dineros que pueden llegar a los 200.000 millones de pesos al
año, pero solo rinden las cuentas entre ellos y reportan lo que les toca por
ley. Nadie sabe cuánto reciben sus dirigentes en salarios y bonificaciones. Y
algo parecido ocurre con los equipos de fútbol, en los que los recursos se
manejan en la mayoría de los casos como si fueran las cuentas de empresas
familiares. Si la Fifa debe cambiar, también lo debe hacer la forma como hasta
ahora se ha gobernado el balompié nacional.
Las extravagancias de los capos del fútbol
- La cuenta de uno de ellos en el club de ‘striptease’ Scores, uno de los más exclusivos de Manhattan, llegó una vez a los 130.000 dólares.
- El exsecretario de la Concacaf Chuck Blazer tuvo una camioneta Hummer parqueada durante tantos días en Nueva York que pagó 21.000 dólares para sacarla.
- El expresidente de la Conmebol Nicolás Leoz pidió el título de Caballero del Imperio Británico como condición para votar por Inglaterra para el Mundial de 2018.
- El exvicepresidente de la Fifa Jack Warner, oriundo de Trinidad y Tobago, usó buena parte del dinero que la Fifa le envió a la Concacaf para fomentar el fútbol para comprar condominios en Florida.
- La mañana en que las autoridades detuvieron a siete de ellos, todos se alojaban en el hotel Baur au Lac de Zúrich, donde la noche más económica cuesta 2.500 dólares.
Los escándalos de la era Blatter
1998: Blatter es
elegido presidente de la Fifa, pero de inmediato lo acusan de haber comprado
votos de delegados africanos, cada uno por 50.000 dólares.
2001: La fachada suiza
International Sports and Leisure se derrumba debido al millonario pago de
sobornos que la Fifa hacía a través de ella.
2006: Jack Warner,
vicepresidente de la Fifa, se mete al bolsillo 1 millón de dólares por las
entradas a los estadios del Mundial de Alemania en 2006.
2010: Aparece una
grabación del director de la Asociación de Fútbol Británico, David Triesman,
hablando sobre la intención de España y Rusia de sobornar árbitros durante el
Mundial de 2010.
2010: Denuncian que el
paraguayo Nicolás Leoz y el brasileño Ricardo Teixeira habrían recibido
sobornos por los derechos de transmisión de los mundiales en los años noventa.
2011: Blatter debe
admitir que Qatar, España y Portugal ofrecieron sobornos a funcionarios suyos
para quedarse con la sede del Mundial de 2018 y 2022.
2012: La Fiscalía
suiza revela que el expresidente de la Fifa João Havelange recibió al menos 1,5
millones de dólares en sobornos.
2014: Señalan al
dirigente trinitario Jack Warner, exvicepresidente de la Fifa, de recibir
varios millones de dólares después de la elección de Qatar como sede del
Mundial de 2022.
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Fuente: http://www.semana.com
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