EDITORIAL: www.elmundo.es
Las SOSPECHAS de corrupción que a
lo largo de tantos años han sombreado las acciones de los responsables de la
FIFA, el máximo órgano de gobierno del fútbol mundial, tomaron cuerpo ayer en
lo que representa el mayor golpe encajado por esta organización, que es tanto
como zaherir la credibilidad del negocio global del fútbol. En una operación
liderada por EEUU y ejecutada en Suiza, país en el que la FIFA está radicada,
siete directivos de esta entidad fueron detenidos por corrupción, soborno,
asociación delictiva y conspiración de blanqueo de dinero. La fiscal federal de
EEUU les acusa de haber cobrado hasta 150 millones de dólares en comisiones
para facilitar la concesión de los derechos de comercialización de varios
torneos a empresas vinculadas a la trama. La gravedad de los hechos da una idea
de la envergadura de la gestión mugrienta, oscura e irregular realizada por la
cúpula de una federación regida con métodos cercanos a las organizaciones
mafiosas. Urge depurar responsabilidades y, sobre todo, articular un sistema de
control efectivo que desinfecte la administración del fútbol.
La operación coincide con la
celebración hasta mañana del congreso en el que los miembros de la FIFA,
rodeados del boato habitual en un lujoso hotel de Zúrich, deben decidir si
Joseph Blatter continúa de presidente -lleva en el cargo desde 1998- o si
prefieren al único candidato que le disputa el puesto, el príncipe jordano Ali
Bin Al Hussein. Las detenciones suponen un mazazo para la credibilidad de una
institución lastrada por los escándalos, la falta de transparencia sobre los
salarios de sus directivos y la opacidad en los procesos de designación de las
sedes de los eventos. La FIFA garantiza la celebración de los próximos
Mundiales de 2018 y 2022 en Rusia y Qatar, respectivamente. Sin embargo, su
elección está siendo objeto de una investigación paralela por parte de la
Fiscalía suiza, que rastrea a varios miembros de la FIFA sospechosos de lavado
de dinero a cambio de la concesión de las sedes. Tal evidencia de corrupción
institucionalizada no es una novedad en esta federación teniendo en cuenta que,
el pasado diciembre, dio carpetazo a un informe de su propio comité ético que
revelaba irregularidades -como la entrega de regalos- a responsables de la
FIFA.
Blatter, especialista en liquidar
a sus rivales por vía judicial, no puede eludir su responsabilidad -siquiera
por omisión- en la actuación de sus directivos, la mayoría, de la confederación
de fútbol centroamericana. El cúmulo de escándalos debe forzar ya al fútbol
internacional a abandonar la connivencia con hechos que repugnan en el seno de
una corporación que, para más inri, pregona el juego limpio en los campos.
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Fuente: http://www.elmundo.es/
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