Por: JOHN CARLIN.
José Maria Marin, de 83 años, y con vínculos con la dictadura, es uno
de los hombres más poderosos del fútbol en Brasil.
La Confederación Brasileña de
Fútbol (CBF) ha decidido apartar de su puesto al vicepresidente de la
institución, José Maria Marin, uno de los directivos de la FIFA detenidos ayer
en Zúrich, hasta que se aclare su situación. El poder que atesora Marin, de 83
años, es de tal calibre en el mundo del fútbol brasileño que hasta el nuevo
edificio de la sede de la federación lleva su nombre.
José Maria Marin probablemente
había descartado ya que fuese a sufrir alguna vez un arresto policial, y más
aún que fuese a producirse por sorpresa, a las seis de la mañana, en un lujoso
hotel de Zurich. Pero no era un sueño: el ex presidente (y todavía
vicepresidente) de la CBF fue visto al despuntar el alba abandonando la
recepción, escoltado por varios homólogos sudamericanos que se escondían como
podían y agentes suizos que llevaban sus pertenencias en bolsas de plástico. Su
apellido y el de sus colegas ocuparon inmediatamente los principales titulares
de todo el planeta. El senador Romário no contuvo su satisfacción: “Han sido
detenidos muchos de los ladrones que dañan el fútbol, incluido uno de los
mayores en la nación, J. M. Marin”. Y las redes sociales opinaron que quién
hubiese imaginado a Estados Unidos “salvando el fútbol”. Hasta la presidenta
Rousseff reaccionó con calma a la investigación y el arresto (con pedido de
extradición incluido) de un personaje central en la organización deportiva más
poderosa del país: “No creo que sea perjudicial para Brasil; el fútbol
brasileño sólo puede beneficiarse de ello”.
Los brasileños no emiten señales
de compasión por la ancianidad del detenido, en el punto de mira del activismo
social por su colaboración con la Dictadura Militar, durante la que fue
gobernador de Sao Paulo un año. Afiliado actualmente al PTB, este ex diputado
paulista accedió a la cumbre de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) en
2012 por la dimisión apresurada de Ricardo Teixeira, que se exilió en medio de
presiones fortísimas y denuncias múltiples. Marin era, sencillamente, el
vicepresidente de más edad; al igual que en 1982, cuando siendo vicepresidente
del Gobierno paulista fue invitado a reemplazar a Paulo Maluf, accedía al
máximo poder discretamente y sin haber sido elegido. El hijo de una familia de
inmigrantes españoles de pocos recursos que no pudo triunfar en el fútbol
profesional y había estudiado Derecho se había convertido poco a poco en un
hombre millonario y muy influyente que coleccionaba obras de arte y compartía
mesa con las mayores estrellas del país. Presumido y despistado, simpático con
la prensa (aunque no muy querido por ella), Marin siempre estaba sonriente y
lograba interrumpir las preguntas incómodas con declaraciones optimistas.
El ascenso a la presidencia de la
CBF le convirtió también en el director del Comité Organizador de la Copa del
Mundo 2014. Siempre acosado por la polémica de las obras y la ansiedad
colectiva por terminarlas a tiempo, desdeñoso de las manifestaciones masivas de
2013, Marin arengó al país pero colaboró con algunas meteduras de pata públicas
al ambiente anti-Copa que había arraigado en un sector numeroso de la sociedad.
En una de ellas fue pillado ‘in fraganti’ mientras se metía en el bolsillo una
de las medallas que debía entregar en el Campeonato Júnior de Sao Paulo. En
junio de 2014 puso su nombre al edificio de la flamante sede de la CBF en Barra
de Tijuca, que había costado100 millones de reales. Tras el tremendo golpe del
‘Mineirazo’, pareció recuperar la esperanza con rapidez: “El fútbol brasileño
ha vuelto a ser respetado en todo el mundo, más que nunca”, dijo en octubre
pasado tras tres victorias en partidos amistosos de la seleçao.
El sospechoso de recibir millones
de dólares en sobornos ha sido expulsado provisionalmente de la Fifa y deberá
abandonar su labor en la preparación del torneo de fútbol olímpico para 2016.
Si el vicepresidente de la CBF recurriese la petición de extradición dictada
por la Justicia estadounidense, la decisión podría tardar varios meses en
producirse y él debería permanecer en Suiza. Marin y sus seis homólogos federativos
sudamericanos afrontan penas de hasta 20 años de prisión, además de la
confiscación de sus bienes hasta devolver las cantidades ilegalmente recibidas.
El presidente de la CBF, Marco Polo Del Nero (elegido ‘a dedo’ por Marin) ha
defendido cerradamente a su antecesor desde la propia Zurich (donde votará el
viernes a Sepp Blatter por su “buen trabajo”) y dice que los contratos bajo
sospecha fueron firmados en la época de Ricardo Teixeira. La CBF ha
“reafirmado” en nota de prensa, además, “su compromiso con la verdad y la
transparencia”.
Sin embargo, el impacto del
arresto sobre la dirección del fútbol brasileño es aún impredecible. El senador
Romário llevaba más de un año pidiendo retóricamente la cárcel para Marín y
está reuniendo firmas en la Cámara para una Comisión Parlamentaria de
Investigación (CPI). En las calles de Río se especula con que la sorprendente
detención de Zurich podría ser el inicio de alguna transformación en el fútbol
brasileño, que podrá esquivar durante poco tiempo más la CPI y exhibe números
preocupantes en cuanto a resultados deportivos, asistencia a los estadios y
finanzas. El Gobierno ya ha dejado clara su postura de respeto y apoyo a la
investigación estadounidense. La plataforma de jugadores Bom Semso F.C.,
principal acicate de la “regeneración” del fútbol brasileño, insiste en que “la
credibilidad de la administración del fútbol está cuestionada
internacionalmente y la CBF debe muchas explicaciones al pueblo brasileño”.
“Nunca”, añade, “tuvimos un escenario tan fuerte para hacer cambios: 7x1 en la
Copa, el vicepresidente de la CBF preso, clubes endeudados. ¿Hace falta más?”.
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Fuente: http://www.elpais.com
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